Memoria florecida, a 10 años del Ni Una Menos

Por Camila Vautier y Ada Augello
El 3 de junio de 2015 el suelo de todo el país tembló. Fueron los pasos de un movimiento que supo convertir la rabia y el silencio, la angustia y la violencia -que hasta ese momento se vivía en soledad-, en un grito de lucha colectiva: Ni una Menos. El femicidio de Chiara Paez, una adolescente de 14 años que estaba embarazada al momento de ser asesinada por su novio, fue el desencadenante de la masiva movilización. Sucedió en mayo de ese mismo año en la localidad de Rufino, provincia de Santa Fe. Algo había cambiado: ya no estábamos solas.

El llamado de atención nació en las redes sociales. “¿No vamos a hacer nada? Nos están matando”, tuiteó la periodista Marcela Ojeda tras la noticia del femicidio de Chiara Paez, que se sumaba al de Wanda Taddei, prendida fuego por su novio, el músico Eduardo Vázquez, en 2010. Además de a las 286 mujeres que sólo en el 2015 fueron asesinadas por la violencia machista, según datos de la Casa del Encuentro. 

Ese tuit, acompañado de incipientes debates en muchos otros rincones, fue el germen para que brotara la primera marcha multitudinaria contra la violencia de género en Argentina bajo una consigna que le puso nombre a la bronca y la tristeza anudada en la garganta de miles de mujeres y disidencias que a partir de entonces, no dejaron de gritar: ¡Ni una menos, vivas y libres nos queremos! 

Ni una menos se convirtió en una voz y fuerza colectiva, un recorrido por la memoria de las que ya no están. Una acción sobre el dolor y las vulnerabilidades. Por vidas dignas y libres. 

Desde ese entonces, los avances en términos de legislación y políticas públicas para prevenir la violencia de género en nuestro país fueron significativos. Sin embargo, los femicidios, travesticidios y transfemicidios no cesaron. Entre el 3 de junio de 2015 y el 25 de mayo de 2025, el Observatorio Ahora Que Sí Nos Ven registró 2827 femicidios (2543 directos y 284 vinculados). ⁠Un femicidio cada 31 hs.

Hay otros datos del informe, publicado a 10 años de la gesta histórica del Ni una menos, que resultan reveladores: en el 85 % de los casos el femicida pertenecía al círculo íntimo o era conocido de la víctima; 2 de cada 10 de las víctimas de femicidio habían realizado al menos una denuncia y el 10% (1 de cada 10) tenían una medida de protección judicial. ⁠Al menos 2507 niñxs quedaron huérfanxs. ⁠El 23% de las jóvenes asesinadas fueron desaparecidas con anterioridad, y el 21% de ellas sufrió ataques contra su integridad sexual. En lo que va del 2025 hubo 108 femicidios en Argentina.

Estos datos reflejan la persistencia de la violencia de género y la falta de políticas públicas efectivas para su erradicación, ambos aspectos legitimados en el actual gobierno de Javier Milei. 

Sin embargo, salvo por el registro nacional de femicidios de la Corte Suprema de Justicia que inició en 2015 a raíz del fuerte reclamo en las calles, la ausencia de datos gubernamentales, unificados y actualizados, es una falencia que limita la comprensión de la problemática y la implementación de políticas para su prevención. Los datos aquí dispuestos provienen de observatorios pertenecientes a organizaciones civiles que recopilan casos a partir de medios de comunicación, lo que genera discrepancias en los números y deja por fuera situaciones que no se encuentran visibilizadas.

Sin datos concretos y oficiales, la violencia por razones de género puede subestimarse, incluso disputarse en el relato oficial actual como inexistente, y la respuesta estatal tornarse casi nula. La creación de un sistema de registro confiable y accesible no solo es un paso clave en la lucha contra los femicidios, sino también un acto de justicia para quienes han sido víctimas y ya no están, como así también para sus amistades y familias.

El femicidio

El término “femicidio” fue acuñado por primera vez por la escritora y activista feminista, Diana Russel, cuando en 1976 testificó sobre este crimen en el Tribunal Internacional de Crímenes contra Mujeres en Bruselas. Luego, en 1992, junto a la criminóloga Jill Radford lo definieron como “el asesinato misógino de mujeres por hombres”

Más tarde, la antropóloga mexicana Marcela Lagarde complejizaría el concepto a raíz de su estudio sobre el asesinato de mujeres en Ciudad Juárez, en México, y hablará de feminicidio para visibilizar el rol del Estado en perpetuación de este tipo de crímenes. En su libro El feminicidio, delito contra la humanidad, la autora define al feminicidio como “el conjunto de delitos de lesa humanidad que contiene los crímenes, los secuestros y las desapariciones de niñas y mujeres en un cuadro de colapso institucional”. “Se trata de una fractura del Estado de derecho que favorece la impunidad. Por eso el feminicidio es un crimen de Estado”, agrega. Y concluye: “El feminicidio sucede cuando las condiciones históricas generan prácticas sociales agresivas y hostiles que atentan contra la integridad, el desarrollo, la salud, las libertades y la vida de las mujeres”

En Argentina, la figura de femicidio se incorporó en el año 2012 al Código Penal dentro del artículo 80, específicamente en el inciso 11. Allí se estableció que cuando un hombre mate a una mujer mediando violencia de género, los jueces deberán imponerle una sanción de prisión perpetua. La ley modificó, además, otros tres incisos de ese artículo y amplió las figuras de femicidio íntimo, homicidio por odio a la identidad de género y su expresión y el femicidio vinculado, que puede incluir casos en los que un hombre mata a una tercera persona para causarle dolor o sufrimiento a la mujer que es o fue su pareja. 

En El Bolsón, “la primera vez que usamos esa categoría fue con el femicidio de Soledad Murgic, ocurrido en 2010”, cuenta Andrea González, ex integrante del primer programa de radio con perspectiva de género de la zona, Conjuros a Viva Voz, que se emitió por la radio FM Alas del 2009 al 2019. Soledad Murgic tenía 16 años cuando fue asesinada de un disparo por quien era su pareja. El joven de 19 años, luego, se suicidó. “Se hablaba entonces de ‘crímen pasional’”, recuerda la activista, “ahí era bien claro que queríamos usar el término femicidio porque queríamos instalarlo como un problema social y no como un problema de ella, ni personal”, expresa. 

Si bien esa fue la primera vez que se nombró como tal a un femicidio en la localidad, el primer registro de este tipo de crimen se ubica en 1993, cuando la abuela mapuche Lucinda Quintupuray fue asesinada en su casa de Cuesta del Ternero luego de rechazar varias ofertas de venta de sus tierras. Al día de hoy, el crimen está sin esclarecer. 

“Nos preguntamos si el asesinato de Lucinda había sido o no un femicidio”, cuenta Celina Pippo, activista feminista y ex integrante de Conjuros a Viva Voz. “En la mayoría de nuestras ediciones no aparecía nombrada como un femicidio, eso se fue nombrando así, con posterioridad”, recuerda.  “No era tan sencillo decir sí o no. Nos parecía que había algo que tenía que ver con que era una mujer viviendo sola en un lugar, sabíamos que era por la tierra, pero ese asesinato por la tierra tenía características particulares también”, agrega Andrea González. Esa particularidad era la condición de género. 

Entre el de Lucinda y Soledad en el registro local se consideraron también otros hechos como femicidios. Uno de ellos es el de Otoño Uriarte, una joven de 16 años que vivió durante su infancia en El Bolsón, desaparecida en octubre de 2006 en la localidad de Fernández Oro, provincia Río Negro. Su cuerpo apareció sin vida seis meses después con claros signos de violencia. Se sospecha que su femicidio estuvo vinculado a las redes de trata de personas y a la complicidad policial, pero esta hipótesis no terminó de comprobarse en el juicio que tuvo lugar a finales del 2024. 

Luego, María Angélica Gomba, una vecina del barrio Luján, de 51 años. Después de horas desaparecida fue encontrada sin vida cerca de su vivienda en enero de 2008. Aún no hay responsables de su muerte. 

Graciela Angulo tenía 36 años y trabajaba como mucama en el hospital de El Bolsón. Fue vista por última vez el 6 de abril de 2011. Su cuerpo apareció sin vida cinco semanas después y al día de hoy sigue sin haber justicia por su femicidio. 

Evangelina Catalán tenía 45 años, fue asesinada por su ex pareja en el barrio San José la noche del 20 de octubre de 2014. En 2019, el juez de Bariloche Ricardo Calcagno dictó el sobreseimiento del acusado Carlos Vázquez por “incapacidad sobreviniente”.

A fines de diciembre de 2014, Jesica “Coco” Campos fue asesinada por su pareja en el Barrio Almafuerte de Loma del Medio en El Bolsón. Cristian Héctor Maldonado, el agresor, fue condenado a la pena de prisión perpetua por su femicidio. 

Beatriz Cañuman tenía 51 años. Fue hallada muerta en 2016 en su casa del barrio Luján. Su ex pareja Norberto Nahuelpan es el principal sospechoso, pero el caso continúa sin esclarecer. 

Inés Bayer tenía 45 años y era mamá de una joven, dos adolescentes y dos niños. Fue asesinada en mayo de 2016 por su esposo, quien luego se suicidó. 

El verano del 2025 fue el último cimbronazo. Carolina Calfulaf tenía 29 años, y como dice una de las crónicas que reúne este especial. “Vivió un tiempo corto en El Bolsón. Vino tras un sueño: un futuro mejor. Llegó acompañada por su hermano, en un coche cargado con la mudanza de una vida entera. En una casita del barrio Los Álamos la esperaba su pareja, Julio César Gutiérrez de 42 años, quien el 13 de febrero de 2025, le arrebató la vida”

“2010, 2011, 2014, 2015, 2016, 2017. Era todos los años una muerta más”, recuerda Iris, ex presidenta del Consejo Local de Mujeres de El Bolsón. “En un contexto donde no había oficina tutelar, no había casa refugio, ni Consejo Local de Mujeres, no había ninguna política pública de ningún tipo”, reflexiona. “Muchas localidades de la provincia ya tenían Consejo y casa refugio y nosotras todavía no teníamos nada”, asegura sobre aquel momento. 

El surgimiento del Consejo Local de las Mujeres de El Bolsón en 2016 marcó un hito importante en la lucha por la igualdad y contra la violencia de género en la localidad. A partir de entonces hubo ciertos avances a nivel municipal producto de esas luchas, tales como la creación de la Comisaría de la Mujer, la casa refugio y el protocolo de intervención para situaciones de violencia de género. 

Antes de eso, el feminismo en la Comarca se fue abriendo espacios de a poco. Primero fue el área de género del Instituto de Formación Docente; luego, el programa de radio Conjuros a Viva Voz y más tarde surgirían otras organizaciones como Mujeres en Libertad, pioneras del transfeminismo en la zona. También Socorro Rosa Comarca Andina, organización dedicada a acompañar y brindar información sobre abortos seguros; y, la Colectiva Comarcal Ni Una Menos, entre otras. En los últimos años, la lucha de los feminismos en la Comarca se fue consolidando y, pese a tener ciertas fluctuaciones, las marchas por el #8M Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras o el #3J Ni Una Menos suelen ser masivas y colmar las calles del centro de la localidad. 

La justicia

De los diez femicidios de los que hay registro de El Bolsón, sólo tres llegaron a un juicio con condena a los agresores responsables (Otoño Uriarte, Carolina Calfulaf y Jésica “Coco” Campos). En la mitad de los casos (5), el femicidio quedó sin esclarecimiento y de ese total, en tres de ellos (Graciela Angulo, Angélica Gomba y Beatriz Cañuman) el principal sospechoso fue un hombre que había tenido una relación con la víctima, que fue detenido y luego liberado al poco tiempo. En dos (Inés Bayer y Soledad Murgic), los agresores se suicidaron. Estos datos surgen de la elaboración propia a partir de la información en medios de comunicación, ya que ante el pedido de información pública realizado a la Fiscalía de El Bolsón, no se obtuvo respuesta. 

Pero los datos locales no están exentos del contexto nacional. Según el último informe del Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina, al 31 de diciembre de 2023, el 15% de las 246 causas judiciales por femicidio habían sido archivadas (por muerte, suicidio y otras causales); el 82% continuaban en proceso judicial (74% en etapa de investigación, 7% en etapa de juicio y 1% con sentencia no firme), y casi el 3% habían finalizado con sentencia condenatoria.

“La justicia nunca va a poder ser una reparación, porque siempre llega tarde. ¿Qué reparación puede hacer cuando ellas ya están muertas?”, se pregunta Tamara Beduyetti, activista de Ni Una Menos que acompañó a muchas de las familias en los reclamos por los femicidios de El Bolsón, como así también, otras situaciones de violencia de género. 

Desde su experiencia en la cobertura de estos casos desde la comunicación popular en el programa Conjuros A Viva Voz, Celina también reflexiona en torno a la justicia: “Recuerdo una entrevista a Fabiana, la mamá de Coco Campos, donde ella sostenía que la justicia era la cadena perpetua. Y después pienso en Roberto Uriarte, el papá de Otoño, que dice que la justicia es que ella estuviera viva, que lo que busca es la verdad. Por eso, puntualmente en relación a los femicidios, nosotras siempre tratamos de acompañar y de oír lo que la familia y los afectos de las mujeres asesinadas por un femicida entendían como una reivindicación de justicia, desde ahí nos parábamos”

“Lo que es reparador para las familias”, añade Silvina Karakasis, abogada y ex integrante del programa radial Conjuros A Viva Voz. “Lo más fuerte es la reparación, que es distinta para cada experiencia”, suma Andrea. “O justicia es que no se olvide”, dice Celina. 

La memoria

Pueden trazarse líneas, discontinuas, interrumpidas, amputadas en las historias de las víctimas de femicidio. En sus historias truncas. “Me contaron que eran felices, que eran todas mujeres fuertes, todas luchadoras, mujeres que no les había sido fácil la vida sin embargo seguían. Aunque estaban viviendo un tormento no perdían su dignidad”, dice Tamara desde Ni Una Menos en la Comarca Andina.

Ante la pregunta sobre cómo se construye la memoria, responde que es “acercándose a las familias, ellos son la memoria de las víctimas de femicidios, la construyen contándonos anécdotas, relatos de cuándo eran felices, de sus hijos, como hermanas, como madres, como hijas”. “Ellas son las que construyen la memoria de sus muertas, no nosotras”, dice Tamara como activista política, acompañante de violencias. “Nosotras somos simples oyentes, que después nos apropiamos de las memorias de esas familias y las hacemos carne y las reivindicamos”

Una acción significativa por la memoria de aquellas mujeres fue la colocación de carteles con sus nombres en lugares simbólicos de la localidad organizada por el Consejo Local de las Mujeres de El Bolsón. 

“Era muy fuerte en ese entonces el tema del olvido”, dice Andrea González sobre el contexto social de aquel momento. “Y del no conocer”, agrega Silvina Karakasis. “En un barrio donde habían matado a una mujer producto de un femicidio había olvido y silencio de las personas que estaban, pero también de la que había venido, hay que pensar que esa época Bolsón había crecido mucho, vos no sabías que habías alquilado una casa y que tal vez en la de al lado había ocurrido un femicidio”, relata. Para Andrea, el propósito político de la acción tenía que ver con “batallar la idea de que esta era una aldea bucólica, mágica y natural, desencantar de que acá no había pasado nada”.   

Cada cartel tiene su historia y cada territorio donde fue colocado, también. En algunos, se habló en el megáfono y hubo acompañamiento de quienes habitaban el lugar, pero en otros el silencio fue profundo. “En algunos casos se acercaron familiares o personas de la comunidad del barrio y en otros no, éramos nosotras llegando solas a poner el cartel”, recuerda Celina Pippo sobre aquella actividad. En el barrio Luján, por ejemplo, se pusieron tres carteles. “Era fuertísimo”, dice Andrea. Este 2025 el Consejo Local colocó tres nuevos carteles: el de Carolina Calfulaf, en el barrio Anden; el de Otoño Uriarte, en los murales de Plaza Pagano; y el de Lucinda Quintupuray, en la Cuesta del Ternero. 

De “nuestras muertas” -como las llama Iris Abarzua, ex presidenta del Consejo Local de Mujeres de El Bolsón-, solo se cuentan sus muertes. Al googlear sus nombres, quien quiera saber de ellas, encontrará en las noticias al detalle lo que fue de sus cuerpos pero no, lo que fue de sus vidas. 

Según el estudio “Femicidios en los medios y en la opinión pública”, del programa de Naciones Unidas Iniciativa Spotlight, en Argentina el 51% de las noticias sobre femicidios son abordados “como casos aislados” y los medios, en general, “responden a un enfoque sensacionalista, que destaca y reitera detalles de la violencia ejercida contra las mujeres y personas LGBTI+”.

Este proyecto: Memoria Florecida, reúne crónicas y videopoemas que buscan recordar las vidas de aquellas mujeres, conocer esas vidas arrebatadas por la violencia machista que tiene su expresión máxima el femicidio, pero que se construye día a día en una sociedad cuya raíz sigue siendo patriarcal. ¿Qué proyectos tenían? ¿Qué hacían? ¿Qué les gustaba? ¿Eran madres, amigas, hermanas? 

La memoria en estas crónicas se construye a partir del recuerdo de sus familiares, amigas, amigos, compañeros/as de trabajo, en una serie de relatos que buscan recuperar el latir de esas vidas, de esas historias que quedaron truncas por la violencia. Son esas voces las que las recuerdan.

Para que su huella en nuestro territorio, por más que el patriarcado quiera, no se borre.  

TODAS LA CRÓNICAS

Otoño: Una canción para recordarte

La música como grito de memoria y resistencia: desde una habitación, Nadia Escobar, le escribió una canción a Otoño Uriarte. Eran amigas y Otoño había sido secuestrada para aparecer en el desarenador de un canal de riego cerca de Fernández Oro, en Río Negro. La canción escrita por Nadia se convirtió en un símbolo que traspasó a los seguidores y seguidoras de su banda para reclamar justicia por Otoño

Evangelina: Alias la Cleri

Evangelina Catalán, “la Cleri” fue vecina, madre, artesana y mujer de sonrisa luminosa. Víctima de femicidio en 2014, su historia revive en el relato de quienes la recuerdan: como una presencia alegre entre el galope de su caballo y los amaneceres del río Quemquemtreu. El retrato de una mujer que tejía abrigo con sus manos y refugio con su humor.

Envuelta en girasoles

Carolina Calfulaf vivió un tiempo corto en El Bolsón. Vino tras un sueño: un futuro mejor. Llegó acompañada por su hermano, en un coche cargado con la mudanza de una vida entera. En una casita del barrio Los Álamos la esperaba su pareja, quien días después le arrebataría la vida. A la sonrisa de Carolina, ante semejante horror, la recuerdan sus hermanas y una sobrina.

Una flor en la montaña

El 11 de enero de 1993 encontraron a Lucinda Quintupuray, abuela mapuche de 79 años, tendida y vestida delicadamente sobre su cama, asesinada a balazos. Fue 10 años después de recuperada la democracia en Argentina, cuando ya se creían establecidos algunos derechos sociales. El femicidio nunca se resolvió judicialmente, pero la memoria de Lucinda vive en el pueblo mapuche que supo reivindicarla: una abuela que pese al clima, los años y la presión de quienes especulan con la tierra se mantuvo firme como añejo árbol.

Soledad: en los ojos de sus amigas

Soledad Murgic, de 16 años, fue asesinada por su novio, Julián García Saravano, de 19. En la memoria de sus amigas aparece como una chica dorada, una piedra que brilla en medio de un río. Su presente se interrumpió en el año 2010. El femicidio, reconocido como tal tiempo después, impactó fuertemente en todas y cada una de sus amigas. Una de ellas retrata: “vivo como creo que ella viviría, haciendo lo que quiero hacer”.

Coco, Matilde y una lucha que abrió camino

Jésica “Coco” Campos vivió en una casita de El Bolsón que resulta esquina de al menos tres calles. Da inicio a un barrio que se llama Almafuerte, y en la actualidad en ese lugar funciona un espacio comunitario con un comedor y una biblioteca que lleva su nombre. A Coco, apenas unos días después de llegar al barrio, la asesinó el papá de su hija, Cristian Héctor Maldonado. Su caso se convirtió en un precedente fundamental para la aplicación de la Ley Brisa en Río Negro.

Graciela: un femicidio que no se olvida en el Hospital de El Bolsón

“¿Dónde está Graciela?” fue el grito ensordecedor que invadió los pasillos del Hospital. En la memoria colectiva y las movilizaciones que exigieron justicia se creó una fuerza que aún catorce años después llama a la acción urgente, la prevención y el compromiso ante la violencia por motivos de género. Graciela no se olvida, su nombre continúa latiendo en cada rincón.

Una casa donde encontrarse a sí misma

Beatriz Cañumán fue encontrada con 13 puñaladas sobre su cuerpo, en su vivienda del barrio Luján de El Bolsón, el 10 de octubre de 2016. La escena contrasta con lo que fue en vida: una mujer que segundo a segundo se encontraba más a sí misma en un camino de regreso a la tierra, hacia su identidad como mujer mapuche.

Inés Bayer: “má, mi mamá”

Inés Bayer tenía 42 años, una hija y cuatro hijos. Natalia, la mayor, era muy cercana a ella: bailaban, cantaban y lavaban la yerba en repetidas pavas de mate. “Teníamos peleas tontas, y ella aparecía en mi pieza y traía el mate como reconciliación”, recuerda. El 24 de mayo de 2016 su pareja la asesinó y luego se suicidó. Inés vive en las músicas que le movían el cuerpo a ritmo meloso, ranchero y rockero.